Desde la década de 1960 comienzan a instalarse en Chile observatorios astronómicos internacionales. Aunque la mayoría buscó las noches oscuras del desierto de Atacama, en 1967 se estableció, en la frontera de las Regiones de Valparaíso y Metropolitana, la Estación Astronómica rusa del cerro El Roble -Tiltil-, perteneciente desde 1973 a la Universidad de Chile. Su principal instrumento fue el telescopio Maksutov AZT-16, cuyo diseño optimizado para fotografiar estrellas permitió en 1979 registrar por primera vez en el país una Supernova; poderosas explosiones estelares, observadas al final de la evolución -vida- de estrellas masivas, cuya luz permanece visible por algunos días en el cielo nocturno. Estudios posteriores determinaron que mediante la observación del brillo de las supernovas es posible calcular la distancia a la cual explotan, permitiendo así poner a prueba las teorías cosmológicas creadas a partir de la Teoría General de la Relatividad. En otras palabras, el paso del tiempo nos permite dar seguimiento a los cambios en el universo.